6 de mayo de 2012

"La tragedia es que las muertes de los sirios no servirán de nada. Todo es una estafa" [EXTRACTO]


Adonis
"La tragedia es que las muertes de los sirios no servirán de nada. Todo es una estafa"
El poeta sirio en conversación con Luis García Montero
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Luis GARCÍA MONTERO
El próximo lunes comienza el IX Festival Internacional de Poesía de Granada, que cuenta en esta ocasión con un invitado muy especial: el poeta sirio Adonis (1930), sempiterno candidato al premio Nobel y que vive exiliado desde 1985 en París.

La leyenda de adonis
Da gusto hablar con Adonis, el poeta sirio que ha transformado la lírica árabe, convirtiéndose en una de las voces más personales y reconocidas de la literatura contemporánea. A pesar de sus ochenta y dos años, su piel trabajada y su cabellera blanca, conserva en los ojos una alegría juvenil que desemboca con facilidad en sus palabras, en su manera de leer el mundo y celebrar la vida. Es muy generoso en la conversación.

Siempre me han gustado las escenas míticas de los escritores, episodios como la aparición del joven Zorrilla en el entierro de Larra o como la conmoción que sintió Espronceda al mirar por una ventana y descubrir el féretro inesperado de Teresa, su amante abandonada. Adonis tiene también una leyenda. Le pregunto si es verdad, me responde que sí y me la cuenta de forma sonriente y minuciosa.

“Yo era hijo de un campesino. En 1943 tenía doce años. Al enterarme de que el presidente Shukri al-Kuwait iba a pasar cerca de donde vivía mi familia, tuve una ilusión. Voy a escribir un poema, voy a pedir permiso para leérselo al presidente, le va a gustar, me va a llamar, va a preguntarme algo, hijo, ¿qué puedo hacer por ti?, y yo le voy a decir que quiero ir a la escuela. Escribí los versos. Mi padre tenía la costumbre de recitarme poemas tradicionales para que yo los aprendiera de memoria. Cuando le conté mi idea, me advirtió que no me acompañaría. No quería ver al presidente. Shukri al-Kuwait era un hombre importante en la independencia Siria, un luchador. Entonces estaba buscando un acuerdo con Inglaterra y Francia para que las tropas extranjeras saliesen definitivamente del país. Pero mi padre tenía diferencias políticas con él, y me advirtió que no pensaba ir a verlo. Decidí ir solo, tuve muchos problemas, protagonicé toda una epopeya, pero al final conseguí leerle mi poema, le gustó y se apoyó en uno de los versos para desplegar todo su discurso. Al terminar, me llamó y me pregunto, hijo, ¿qué puedo hacer por ti?, yo le contesté que me gustaría ir a la escuela. Pues irás, y fui. Eso es lo que me permitió después estudiar filosofía en Damasco. Puedes imaginarte que esa experiencia marcó mi vida. Creo que la realidad significa desbordamiento, valentía. Las cosas imaginadas forman parte de la realidad, suceden”.
Poesía contra la violencia
La Ciudadela es un edificio de historia sangrienta que se ha transformado en un espacio cultural activo. Los responsables del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes están reuniendo allí las bibliotecas personales de algunos de los intelectuales mexicanos más destacados. La sala principal se ha llenado de gente para oír la palabra de los escritores. Adonis alaba la fuerza creativa y cultural de México. Por eso, me dice, “los poetas no podemos ser institucionales, creer en lo horizontal. Si yo tuviese que opinar sobre México por sus políticos, mi impresión sería muy negativa en esta situación de extrema violencia. Pero luego está el otro lado, la cultura. La poesía es la mejor respuesta a la violencia, y en este país uno se identifica con su creatividad”.

Vertical, horizontal, superficie, profundidad, convencional, creatividad... son palabras que se repiten de forma coherente en la conversación con Adonis, ya sea para hablar de política o de poesía. Después de la lectura, compartimos una botella de vino tinto en el Hotel Casona, un edificio antiguo de la Colonia Roma, modernizado con talento. Un hotel de carácter familiar, que invita a las palabras. Le pregunto por la situación de su país. Adonis entra en el tema con tristeza, conmovido por las numerosas víctimas. Pero me aclara que “la verdadera tragedia es que esas muertes no servirán de nada. Ya que se muere, que sea por una gran causa, y esto es una estafa. Llevo años”, me explica, “diciendo que el régimen de Bachar al Asad debe caer. Es una dictadura. Pero los opositores no representan una alternativa. Sólo quieren cambiar de régimen, no de sociedad. No hay revolución ninguna, da igual que el totalitarismo sea fascista o religioso. No puede haber alternativa mientras la respuesta esté controlada por los intereses imperialistas, por los Estados Unidos o por los intereses del petróleo y de Arabia Saudí. Así de claro. La gente está dando su vida allí por una simple lucha de poder, no para transformar la realidad”.
La religión y la mujer
Adonis sitúa luego el asunto en una reflexión más amplia sobre el futuro de los países árabes. Da igual que haya cambios de regímenes, que se cumpla la vieja tradición árabe de luchas intestinas por el control de los gobiernos, si no se apuesta por una transformación cultural, vertical. “Para mí hay dos asuntos clave: la religión y la mujer. No habrá cambios profundos hasta que no se forme una concepción laica del Estado y de la política. El derecho a la fe religiosa es irrenunciable, pero es privado. No se pueden organizar protestas políticas que salgan de la puerta de una mezquita. Se trata, además, de una operación manipuladora, porque no hay una verdadera intención espiritual, sino un uso de los sentimientos religiosos con intenciones políticas. La hipocresía imperialista juega mucho con eso. El otro asunto es la mujer. ¿Cómo cambiar el mundo con una mujer esclavizada? Si no se separa a la mujer de la ley islámica, ninguna transformación es posible. Habrá movimientos superficiales, pero ninguna revolución profunda. Todo lo estamos viviendo en la superficie. El compromiso político de los poetas, por ejemplo, fracasa si se queda en la politiquería institucional. Todo es político, el amor es político, la condición de lo femenino es política. Pero la poesía debe afrontar los asuntos de manera vertical, llegar al fondo de las cosas. No una consigna, no respuestas hechas, sino preguntas. El poder de la creación está en las preguntas”.

El asunto de Siria y los países árabe da para otra botella de vino. Es la situación tan compleja, y tan complejo buscar una revolución cultural en la calle en vez de un cambio de régimen, que la conversación puede de-sembocar con facilidad en el pesimismo. Pero la juventud moral de Adonis y su energía ética tienen recursos para hacer que sean sinceros sus ojos al afirmar que le parecen más importantes las preguntas que las respuestas, “que escribir un poema es inventar una forma y que vivir la historia es crearla. Los temas siempre están ahí. Nadie inventa el amor. Pero sí es posible inventar una forma distinta de sentir el amor. También es posible buscar una forma distinta para el mundo, saltando por encima de los conceptos nacionalistas o imperialistas. Si se ve desde un punto de vista cultural y desde una verdadera indagación en la identidad humana, la realidad supera ya esos conceptos”.

Adonis se apoya en la influencia que el sufismo y la mística han tenido en su poesía. Se puede aprovechar el pensamiento sufí, que él ha puesto en diálogo con el surrealismo, para plantearse una posición ética de civismo moderno. “¿Qué debo a la mística?”, se pregunta Adonis, para responder que cuatro perspectivas importantes. “Primera: la mística ha cambiado la idea de Dios. ¿Cómo no vamos a poder cambiar el mundo, si se puede cambiar la idea de Dios? La mística ha dicho que Dios está dentro del ser humano, que no es un poder abstracto que gobierna desde fuera. Dios es hombre y el hombre puede ser Dios. Un creador. Segunda: la mística cambia la idea de la identidad. Ya no está prefabricada. Cada individuo puede crear su identidad a partir de su experiencia. Tercera: La necesidad de ampliar el concepto de la realidad, que no es sólo lo que se toca, sino la totalidad de la existencia. Lo no visible convive con lo visible. Por eso es tan importante que la literatura defienda su poder espiritual, que sea algo más que un ejercicio retórico, que conecte con el mundo total de la existencia. Y cuarta: la certeza de que yo no puedo existir solo. Es también una visión sobre el ser humano y la identidad. El otro existe, y no sólo para que dialoguemos con él, sino porque es un elemento constitutivo de la propia identidad. Para caminar hacia mí, tengo que pasar por el otro”.
Denuncia de la banalidad
En el viaje hacia México, vine leyendo en el avión el último ensayo de Mario Vargas Llosa, La civilización del espectáculo (Alfaguara, 2012). Las palabras de Adonis coinciden en la denuncia de la banalidad. Le asusta el rebajamiento del compromiso con la cultura, la confusión del conocimiento con un consumo previsible de diversiones vulgares. Este maestro y amigo sirio considera que “el mayor acto rebelde contra el adocenamiento es la poesía. ¿A que sí?” Yo, claro, le doy la razón. Y pienso en el tráfico paralizado de esta tarde. Aquí están los escritores, con diversas ideologías, con diferentes nacionalidades, asistiendo al atasco del mundo, y preguntándose por esta civilización del espectáculo, mientras las verdades oficiales y las modas se alejan cada vez más de cualquier significado humano profundo. ¿Qué hacer? “Seguir intentándolo”, me dice Adonis. “Yo no estoy seguro nunca de conseguir lo que pretendo, pero siempre trato de lograrlo. Es mi camino”.

Fuente: El cultural de El mundo. 04-05-2012