28 de diciembre de 2010

Un día en invierno. La escarcha y el carámbano

A quien como yo disfruta con la tranquilidad y la soledad, unos días invernales en este nuestro cada vez más pequeño pueblo de Higuera puede ser un gran motivo de satisfacción para los sentidos, aunque bien es verdad que el invierno no suele ser la estación preferida de casi nadie, si exceptuamos quizás a los amantes de los deportes de nieve. Ciertamente la vida en el campo pierde brillo y se ralentiza: árboles desnudos de sus hojas, peces que desaparecen en las profundidades y cuevas de ríos y arroyos, pájaros escondidos en las oquedades de los corrales y casas viejas, insectos invisibles, flores inexistentes, gentes arrebujadas en la mesa camilla con brasero (eléctrico a menudo, de picón el resto), calles desiertas ... Y sin embargo al invierno higuereño y a su entorno se le puede sacar también partido y hacer disfrutar a los –por estas fechas ateridos- sentidos.

El día siguiente a Navidad (dos grados a las 11 de la mañana, pero con un sol espléndido que mitigaba la percepción de frío) me acerqué en coche a coger unas piñas para encender la estufa en la carretera que va a la Bodega, con cuidado por el estado casi intransitable debido al paso de camiones y máquinas que sacan la madera de los tan denostados eucaliptus (¡Qué culpa tendrán ellos, que lo único que hacen -como es natural- es crecer allí donde el hombre los ha sembrado!), también invasores de la carretera (carretera que no olvidemos es una de las vías de evacuación ante posibles problemas en la central nuclear de Almaraz).

Pues bien, después de recoger las piñas en uno de los pinares que atraviesa la carretera me llegué a la Bodega donde la confluencia cantarina de sus dos arroyos, unido a la del chorro de la fuente cercana (a la que algún hacha o motosierra depredadora ha desprovisto de los fresnos que la rodeaban, quitándole la mitad de su encanto), a los madroños aún con frutos y a las sierras y valles circundantes, proporcionaban un gran momento de sosiego. Más adelante, ya empezada La Navilla, llamó mi atención la capa de hielo transparente que protegía el agua de las cunetas; no pude resistir la tentación -rememorando épocas infantiles- de bajarme para romper el hielo y sentir su frío intenso en la yema de los dedos al coger el carámbano.

Pasada La Navilla enfilé en dirección a Campillo de Deleitosa, deteniéndome en lo alto del puertecillo que da vistas en todas direcciones. Recostado sobre una roca que el sol hacía ya acogedora contemplé con placer todo el valle de La Navilla, las sierras de Guadalupe, nuestros Rinconcillos, algunas charcas y regatos perdidos entre las jaras; en la increíble quietud del entorno sólo se oían algunas esquilas de ovejas y un par de tiros de escopeta por los parajes de Deleitosa. Era un momento casi mágico. Me acerqué al otro lado para disfrutar del esplendor blanco de la nieve de Gredos (majestuosas montañas, especialmente en invierno), a cuya falda descansaban unas manchas blancas, los pueblos de La Vera; los valles que rodean el Campillo, repletos de jaras y retamas, acogían el vuelo siempre estético de unos cuantos buitres -una de las pocas aves visibles todo el año.

Ya más abajo, después de haber sido adelantado por un R24 "de competición" (así estaba escrito en su carrocería) con su escape a todo trapo poniendo una nota discordante al lugar y al momento, me acerqué a la plaza de Campillo, donde un chorro poderoso de la fuente resonaba al impactar sobre el plano del agua contra el que caía; a unos metros, unos cuantos barbos, carpas de colores y otros pececillos corrieron espantados al acercarme , aunque en un pilón de unos siete metros de diámetro poco lejos podían ir, los pobres. Abandoné el pueblo no habiéndome cruzado con más de tres personas y un mastín que dormitaba en una plazuela; antes de llegar a la garganta Descuernacabras un par de grupos recogían aceitunas sirviéndose de varas y arpilleras verdes; las naranjas naranjas de un naranjo vecino ponían la nota de color a un paisaje verde-grisaceo. El puente que cruza la garganta es testigo del devenir pausado de sus aguas y de la precipitación de las chorreras -sería exagerado llamarles cascadas- de un arroyo que desemboca a su lado. Este es uno de mis lugares preferidos, en cualquier época del año.

El resto del viaje hasta llegar a Higuera, ya sin detenerme apenas porque el estómago empezaba a demandar su rutina diaria, pasaba por Valdecañas, el Tajo y el Restaurante Portugal. Después de comer aquí me dio tiempo de curiosear los destrozos en La Playa de Extremadura (lástima de negocios frustrados) y visitar una vez más la enterrada ciudad árabe de Makhada Albalat y su cementerio donde pueden verse aún algunos tristes huesos y piedras amontonadas, en ese momento al descubierto por la bajada del Tajo. Acordándome de Ainelle (el pueblo de "La lluvia amarilla" de Julio Llamazares)no pude evitar pensar que un destino parecido de desolación les espera a los tres pueblos en los que estuve ese día; aunque algún turista futuro, al detenerse a contemplarlos en invierno, no dejará de encontrar encantadores -como yo hoy- la escarcha en los campos, el musgo en las calles y casas, el carámbano en los charcos.

T.Melo

19 de diciembre de 2010

OPINION AJENA. En apoyo de todos los Wikileaks

Últimamente estoy prestando más atención a los …POR AHÍ que a lo QuePasaEnHiguera, pero es que ¿nuestros representantes políticos? no paran de hacer “jabardanas” que hacen que la gente de a pié tengamos permanentemente el alma en vilo. Presentados algunos textos ajenos sobre corrupciones, manipulaciones, crisis económicas y otras lindezas, que casi nunca pagan quienes son responsables de ellas, pero si pagamos – y pagaremos- los españolitos de a pié, en esta ocasión presento a vuestra lectura un artículo de opinión del director del diario EL PAIS, Javier Moreno, en el que hace un análisis (largo y denso, y por tanto sólo para interesados pacientes) sobre lo que supone y supondrá para el futuro los llamados “papeles de Wikileaks” de los que supongo teneis todos conocimiento ya. Este artículo desvela con gran profusión de detalles y datos provenientes de los mencionados “papeles” el grado de engaño y manipulación al que estamos sometidos los ciudadanos de cualquier país por los poderes establecidos, y ante el que no deberíamos permanecer impasibles pues ese es el caldo de cultivo que estos “representantes nuestros” necesitan para seguir con sus prácticas de Gran Hermano (el de Orwel, claro), a través de mentiras, manipulaciones, y fariseísmo. Por eso todos los que como Wikileaks desvelan esa cruda y triste realidad, merecen al menos el agradecimiento porque nos hacen un poco menos ignorantes de la situación en que nos encontramos, pudiendo así hacer algún intento para revertirla. En este caso vaya al menos el mío también para el director de El País que, al menos esta vez, demuestra –espero- que no todo, ni siempre, el periodismo está en manos de grupos de presión que informan según sus sesgados intereses. Ya era hora de que, aunque sea espoleado por otros más audaces y comprometidos con la verdad y la independencia informativa, el mundo del periodismo se cuestione el papel –el papelón, mejor dicho- que actualmente está cumpliendo, manifiestamente mejorable. Para los aún inconformistas es pues esta lectura cogida prestada del diario El País. Es también enormemente interesante, para completar, la lectura de los comentarios que los lectores hacen; puedes leerlo accediendo a la página web del periódico.

Lo que de verdad ocultan los Gobiernos

El interés por los papeles de WikiLeaks se explica porque revelan como nunca antes hasta qué grado los políticos de Occidente han estado engañando a sus ciudadanos

JAVIER MORENO 19/12/2010

El interés global concitado por los papeles de Wikileaks se explica principalmente por una razón muy simple, pero al mismo tiempo poderosa: porque revelan de forma exhaustiva, como seguramente no había sucedido jamás, hasta qué grado las clases políticas en las democracias avanzadas de Occidente han estado engañando a sus ciudadanos. EL PAÍS ha asumido desde el principio el reto de revelar lo que el poder oculta y responder a la obligación profesional de informar a sus lectores.

» 1. La filtración y sus consecuencias. Cuando un viernes por la tarde del mes de noviembre Julian Assange llamó a mi teléfono móvil, apenas le podía oír. Entrecortada por la barahúnda habitual de un fin de semana en el aeropuerto de Roma, donde me encontraba aquel día de regreso a Madrid, la conversación fue extrañamente breve. Assange habla despacio, sopesa con extremo cuidado cada palabra que pronuncia y su voz grave, como de barítono, tiende a volverse inaudible al final de la frase, característica ésta que no facilita precisamente la comprensión. Momentos antes los carabinieri habían mostrado un interés especial por mi escaso equipaje, y en ese preciso momento se aprestaban a analizar las trazas químicas de un trapito blanco con el que previamente habían repasado todas las superficies de mi iPad, aunque nunca supe si era en busca de explosivos, de drogas o de las dos cosas.

Se trata por lo general de una situación que me intranquiliza, pero a la que ese día apenas presté atención. Assange, según entendí, estaba dispuesto a facilitar a EL PAÍS 250.000 comunicaciones entre el Departamento de Estado y las embajadas de Estados Unidos en una treintena de países, en lo que suponía de hecho la mayor filtración de documentos secretos de la historia. Acordamos proseguir la conversación en otro momento más propicio y luego nos despedimos. Cuando retomamos el diálogo dos días después, esta vez ya en profundidad, empezaron a perfilarse con una claridad inusitada las gigantescas cuadernas del proyecto que ha venido luego a conocerse como el cablegate. En paralelo me fui dando cuenta, con mayor precisión si cabe, de las importantes consecuencias que de todo ello se iban a derivar para la maquinaria diplomática de EE UU, para la reputación de su Gobierno, la de sus aliados, la de sus adversarios, para el futuro del periodismo y aun para el debate sobre las libertades en las democracias occidentales.

Hoy, tres semanas después de que The Guardian, The New York Times, Le Monde, Der Spiegel y EL PAÍS comenzáramos a publicar las informaciones que ahora todo el mundo conoce, me atrevería a afirmar que de todo este asunto se puede extraer ya una primera conclusión, siquiera provisional, pero muy importante según trataré de explicar luego. Más que un agudo estado de crisis de seguridad supranacional, como anticiparon algunos, lo que verdaderamente se ha instalado entre las élites políticas en Washington y en Europa es una espesa atmósfera de irritación y de embarazosa contrariedad que resulta extremadamente reveladora del alcance y del significado real de los papeles de Wikileaks.

No fueron precisamente esos los augurios. Bien al contrario. Desde antes de publicarse la primera línea se sucedieron las más diversas admoniciones en contra, tanto en público como en privado. Portavoces en Washington advirtieron de la irresponsabilidad del empeño. Los directores de los periódicos responsables del proyecto fuimos también debidamente advertidos de que la publicación del material que ya teníamos en nuestro poder -tanto las crónicas elaboradas por nuestras redacciones como los despachos en las que aquellas se basaban- pondría en peligro decenas de vidas, arruinaría nobles esfuerzos diplomáticos vitales para cimentar la lucha contra el terrorismo mundial y debilitaría de forma irremediable la coalición internacional encabezada por Estados Unidos, al exponer a sus socios a situaciones tan embarazosas que dificultarían o impedirían la colaboración entre ellos.

No me sorprendió pues que el presidente Barack Obama calificase las filtraciones de actos deplorables. Tampoco que la secretaria de Estado Hillary Clinton utilizase esos argumentos, casi con esas mismas palabras, durante su primera comparecencia ante la prensa en Washington para condenar las acciones de Wikileaks y lamentar la decisión que, sin atender a los ruegos de su Administración, finalmente tomamos los cinco periódicos que habíamos tenido acceso al material filtrado.

Lo que éste comenzó enseguida a revelar dejó seguramente pequeñas las peores pesadillas del Departamento de Estado, al tiempo que levantó quejas amargas de diplomáticos en todo el mundo. No sólo quedaban al descubierto algunas de sus maniobras u órdenes menos confesables, sino que también se acumulaban pruebas del doble discurso de los aliados de Washington en los más diversos asuntos -muchos de ellos en clave estrictamente nacional-, que veían con estupefacción cómo la publicación de los despachos les dejaba en evidencia, ora frente a países vecinos y aliados, ora frente a sus conciudadanos, quienes descubrían con comprensible irritación opiniones, declaraciones o acciones de sus líderes que les habían sido convenientemente ocultadas.

» 2. América, haciendo su trabajo. No dispongo en estos momentos de información precisa, pero resulta evidente para cualquier observador que la Administración estadounidense llegó bien pronto a la conclusión de que su estrategia inicial de condenar las filtraciones, deplorar su difusión y predecir un apocalipsis diplomático como consecuencia inmediata de su publicación no surtía el efecto deseado. Así que pronto se articuló otra muy distinta que encontró con rapidez su camino en hartos editoriales y artículos de opinión en importantes periódicos, revistas y televisiones de Estados Unidos y de otros países.

Más que mentiras o engaños, los telegramas mostrarían las habilidades de los diplomáticos estadounidenses, según esta nueva interpretación apoyada sobre todo por medios conservadores. Más que sus fracasos, la información que se iba conociendo pondría de relieve cómo la maquinaria de Washington se conduce, in situ y en privado, según los mismos altos principios proclamados en público desde los púlpitos oficiales del Capitolio. Y en toda ocasión, América demostraría profesar más atención a los intereses de la seguridad internacional que a los suyos propios.

Como casi siempre y para desgracia de los españoles, se dio también una versión castiza de las exculpaciones anteriores, que devino en estrambote nacional cuando fueron los propios periódicos los que sostuvieron sin rubor que la mayor parte de los contenidos de los cables filtrados, y aun el conjunto de ellos en su totalidad, no pasaba de la categoría de cotilleos o chismes sin valor alguno para los ciudadanos en general y para sus lectores en particular, a los que consiguientemente se les hurtó la información. No pocos comentaristas y tertulianos en España les siguieron en esa tosca argumentación, por pereza mental o por otras motivaciones igualmente espurias, ignorando así de forma bochornosa la oleada de interés público que la publicación de los papeles de Wikileaks ha suscitado en todo el planeta.

» 3. Mintiendo a los ciudadanos. Nada de lo anterior resultó cierto, naturalmente, como a estas alturas han podido comprobar por sí mismos los millones de lectores que han seguido con avidez la información en periódicos, webs, blogs y demás contenedores informativos en todo el mundo. Sería tarea vana dedicar mayor esfuerzo a refutarlo. Por el contrario, tengo para mí que el interés global concitado por los papeles de Wikileaks se explica principalmente por una razón muy simple, pero al mismo tiempo muy poderosa: porque revelan de forma exhaustiva, como seguramente no había sucedido jamás, hasta qué grado las clases políticas en las democracias avanzadas de Occidente han estado engañando a sus ciudadanos.

Lo mismo cabría predicar desde luego de Gobiernos con menor pedigrí democrático en otras zonas del mundo, lo que si se quiere resulta menos sorprendente y, desde luego, constituiría materia de otro ensayo. Baste reseñar aquí el inicial júbilo de la dictadura cubana, que celebró con alborozo los apuros por los que previsiblemente iba a pasar Washington en los días siguientes. Júbilo que se trocó primero en incomodidad al trascender los relatos sobre el grado de implicación de sus agentes secretos en Venezuela y otros países latinoamericanos, así como el nivel de deterioro de su economía, y que acabó luego en insultos a este periódico y a su grupo editor.

La lista de argucias que dejan al descubierto los papeles de Wikileaks es larga, y no pretendo aquí realizar un recuento exhaustivo. La enumeración de algunas de entre ellas, sin embargo, sí resulta imprescindible para la argumentación de este esbozo, pues la mayoría afecta a los fundamentos democráticos de nuestras sociedades, así como a su correlato moral en unos tiempos de creciente escepticismo de los ciudadanos con sus gobernantes.

Decenas de miles de soldados libran en Afganistán una guerra que sus respectivos primeros ministros o presidentes consideran de imposible victoria. Decenas de miles de soldados sostienen con sus esfuerzos a un Gobierno cuya corrupción es conocida y tolerada por aquellos que les enviaron a luchar. Según revelan los despachos de Wikileaks, ninguna de las principales potencias occidentales involucrada cree firmemente en la posibilidad de que el país sea viable a medio plazo, por no hablar ya de su altamente hipotético ingreso al club de las democracias, objetivo declarado de los combatientes. Así que a nadie debería sorprender que el vicepresidente afgano traslade al extranjero millones de dólares en maletines con el consentimiento de sus patronos en aras de mantener la fachada de que el país asiático cuenta con un Gobierno si no decente, al menos semisolvente.

Pakistán se ahoga en la corrupción, mantiene un arsenal nuclear en tan lamentable estado que cabe razonablemente temer por su seguridad y ayuda a grupos terroristas que se emplean a fondo contra India y en países de Occidente. Dinero en abundancia proveniente de donantes en Arabia Saudí o los emiratos del Golfo financia también el terrorismo de grupos suníes sin que Estados Unidos denuncie a sus firmes aliados en la región como potencias del mal ante las tribunas internacionales. Clinton o alguno de sus subordinados más directos ordenó espiar en la ONU no sólo a un grupito de países raros -sospechosos desde siempre por su excentricidad en la geopolítica global y sobre cuya necesidad de ser espiados parece existir consenso entre los más desenvueltos- sino al propio secretario general de la organización sin que éste, que se sepa, haya exigido explicación alguna a semejante violación de su estatuto internacional.

Parecería ahora, a tenor de aquellos que sostienen que los papeles de las embajadas no contienen novedades de envergadura, que los ciudadanos estaban ya al corriente de todo lo anterior, así como del resto de exclusivas de impacto que han inundado las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo durante dos semanas. No voy a insistir más en la falacia de tal aseveración. Me interesa más señalar que la publicación de los cables secretos revela por añadidura que, colectivamente, la clase política en Occidente era consciente de la situación en Afganistán, de las turbias maquinaciones de Pakistán o de las ambigüedades de los países árabes aliados de Washington, por limitarme únicamente a los ejemplos antes citados, en un ejercicio de doble moral sin muchos precedentes conocidos. Sabían, pero ocultaban. Y los destinatarios de semejante impostura eran sus electores, las sociedades con cuyo esfuerzo en soldados y en impuestos se sostiene la guerra en Afganistán. No me parece ya exagerada la comparación de agudos observadores, como John Naugthon, cuando señalan que el régimen de Karzai resulta igual de corrupto y de incompetente que el Vietnam del Sur sostenido por Estados Unidos en los setenta. Y que Washington y la OTAN se están hundiendo en una ciénaga, la afgana, cada vez más similar a la que sufrió Estados Unidos con el régimen de Saigón hace cuarenta años.

» 4. La incompetencia de las élites políticas. Sin duda argumentarán los más cínicos que nada de todo esto resulta ajeno a la forma en la que tradicionalmente se ha conducido la alta política internacional, y que el correlato objetivo del oficio consiste precisamente en el mantenimiento de los secretos diplomáticos, sin los cuales el mundo resultaría más ingobernable si cabe y por ende más peligroso para todos. Las clases políticas a ambos lados del Atlántico vienen por ello a transmitir un mensaje tan sencillo como ventajista: confíen en nosotros; no intenten desvelar nuestros secretos; a cambio, les ofrecemos seguridad.

¿Pero cuánta seguridad ofrecen realmente a cambio de aceptar tamaño chantaje moral? Poca o ninguna, pues se da la triste paradoja de que se trata de la misma clase política que se mostró incapaz de supervisar adecuadamente el sistema financiero internacional cuyo estallido provocó la mayor crisis desde 1929, arruinó a países enteros o condenó al desempleo y a la depauperación a millones de trabajadores. Los mismos responsables del deterioro de los niveles de vida y de riqueza de sus conciudadanos, del incierto destino del euro, de la falta de un proyecto europeo de futuro y en fin, de la crisis de gobernanza global que atenaza al mundo en los últimos años y a la que no son ajenas las élites en el poder en Washington y Bruselas. No estoy seguro de que mantener ocultos los secretos de las embajadas nos garantice una mejor diplomacia o un desenlace más benigno a las encrucijadas actuales.

Las incompetencias de los Gobiernos occidentales respecto a la crisis económica, el cambio climático, la corrupción o la agresión militar ilegal en Irak y otros países han quedado abundantemente expuestas ante la opinión pública en los últimos años. Ahora sabemos además, gracias a los papeles de Wikileaks, que todos ellos son conscientes de su desgraciada falibilidad, y que sólo la inercia de las maquinarias oficiales y el poder de mantener los secretos les evitan tener que rendir cuentas ante los ciudadanos, razón última en una democracia.

Ese poder inmenso, el de evitar que la verdad aflore, el de mantener secretos los secretos, es el que ahora, siquiera de forma parcial, limitada, aleatoria han venido a quebrar las revelaciones que nos ocupan.

Comprendo bien que, ante semejante destrozo en sus reputaciones, tanto para el Gobierno de Estados Unidos como, en un tono menor, para sus aliados occidentales resulte irresistible centrar la culpa en Julian Asssange. Ahí creen tener un blanco fácil. ¿Cuáles son sus motivaciones? ¿Qué inconfesables procedimientos emplea? ¿Por qué y bajo qué condiciones cinco grandes medios de prestigio internacional accedieron a colaborar con él y con su organización? No son preguntas ilícitas, naturalmente, y han sido contestadas a satisfacción en los últimos días por los directores de los cinco periódicos que hemos llevado adelante este proyecto, pese a que el martilleo oficial -o peor aún, el martilleo sicario que se embosca en ciertos periódicos y televisiones- insista una y otra vez en lo contrario.

» 5. Assange y los procedimientos. Aunque el director adjunto de EL PAÍS, Vicente Jiménez, y el subdirector Jan Martínez Ahrens mantuvieron varias reuniones con él en Suiza, yo sólo conozco a Assange de un encuentro en persona en Londres que se alargó muchas horas y del par de conversaciones telefónicas que he relatado al inicio de este texto. Insuficiente desde luego para que pretendiera esbozar aquí un perfil con el imprescindible rigor periodístico. Pero sí bastante para dar testimonio de que lo único que se discutió en todos los encuentros fue la conveniencia de acordar un calendario común de publicación y la exigencia de proteger nombres, fuentes o datos que pudiesen poner en riesgo la vida de personas en países en los que la pena de muerte sigue vigente, o en los que no rige el Estado de derecho como se disfruta en Occidente.

Ni hubo petición de contraprestación económica alguna por su parte ni EL PAÍS la hubiese aceptado. Los papeles, en sí, ofrecen una fiabilidad fuera de todo cuestionamiento y nadie, ni siquiera en las filas de los adversarios de su publicación, empezando por la Administración estadounidense, ha dudado de su autenticidad.

Tanta obcecación por centrar la atención en Assange y sus métodos, tanto interés por escrutar sus motivaciones, tantas maniobras por destruir su reputación personal contrastan sin embargo con la colosal falta de respeto, cuando menos, que los diplomáticos estadounidenses muestran hacia las legislaciones, las normas y los procedimientos de los países en los que ejercen su oficio, empezando por España, a juzgar por los cables publicados.

Lo más importante de las revelaciones de Wikileaks son sin duda alguna las propias revelaciones, pese a que gran parte de la cobertura mediática sobre Assange haya preferido hurgar en los supuestos pactos inconfesables con los periódicos que hemos difundido las informaciones, en la financiación de su organización, en su pretendida opacidad o en unas acusaciones de agresión sexual cuya endeblez, a expensas de lo que finalmente determine la justicia sueca si se produce la extradición, no deja de resultar inquietante.

Y pese al fascinante debate que se ha abierto sobre el futuro del periodismo y las nuevas tecnologías en la era de Wikileaks, tampoco debería éste centrar ahora todo el interés de los periodistas. Resulta de todo punto imprescindible insistir por ello en que nos encontramos ante noticias de cuya importancia solo fingen dudar aquellos interesados en ocultar los daños que han causado en nuestras democracias.

Más allá de lo que determinen las leyes, después de quince días de revelaciones ha quedado meridianamente claro que la Embajada de Estados Unidos en Madrid presionó, conspiró e hizo lo posible y lo imposible para lograr aquello que, en público, ningún embajador se hubiese atrevido ni siquiera a sugerir, no digamos ya exigir.

Todos los casos son graves, y no es cuestión aquí y ahora de extenderse en cada uno de ellos. Pero a ningún observador atento se le escapa que las maniobras para conseguir el archivo de los tres casos en la Audiencia Nacional que de una manera u otra afectaban a Estados Unidos, así como las gestiones para forzar a bancos y empresas españolas a abandonar los negocios que de acuerdo con la legislación internacional realizaban en Irán comparten una misma característica: el desprecio por la legislación española, y aun por la internacional.

Que los jueces españoles sean ferozmente independientes, como recordó a la embajada en más de una ocasión el fiscal general o algún ministro, o que ninguno de los bancos u empresas con transacciones en Irán violase ninguna norma, no ya española, sino tampoco de rango internacional, no fue óbice para el ejercicio de las presiones más obscenas, de las que hemos publicado hasta los últimos detalles.

» 6. Los daños morales. Desconozco de quién partió la orden. No sé si se trató de una directiva recibida de Washington o fue producto del espíritu emprendedor del propio jefe de la legación. Pero la determinación en ambos asuntos, por lo que conocemos del relato detallado de los hechos, fue rotunda: cerrar los casos de la Audiencia Nacional a como diese lugar e impedir los negocios con Irán de firmas españolas.

No se dudó para ello en emplear cualquier método, sin reparar en los costes. Y los costes fueron altos. A expensas de que se haya podido cometer algún delito tipificado en el Código Penal que convendría aclarar debidamente, del embrollo en la Audiencia Nacional quedó en la retina de los españoles la excesiva promiscuidad con la embajada de ministros y fiscales, la sensación de un doble discurso, de una doble moral, de un paisaje demoledor para la salud democrática de este país.

De forma similar, los diplomáticos estadounidenses en Berlín advirtieron al Ejecutivo alemán de las graves consecuencias de proseguir con el procedimiento legal contra los agentes de la CIA acusados de secuestrar a Khaled El-Masri, ciudadano germano, y trasladarlo a Afganistán para ser interrogado bajo tortura. El-Masri fue posteriormente abandonado en Albania toda vez que los agentes descubrieron que habían secuestrado a la persona equivocada. El secuestro y la tortura son delitos graves. Ningún Gobierno, tampoco el de Estados Unidos, debería contemplarlos con la indulgencia que transpiran los documentos secretos. Presionar a un Gobierno aliado para evitar que los acusados sean investigados resulta inaceptable y, francamente, encaja con dificultad con la idea de que los papeles de Wikileaks muestran tan solo a diplomáticos estadounidenses haciendo mal que bien su trabajo.

Otro tanto cabría predicar del caso de las empresas y bancos españoles en Irán. Para clausurar sus magros negocios en el país de los ayatolás y sus minúsculas oficinas de representación, en el caso de los bancos, se recurrió a conseguir información del Banco de España que el mismo subgobernador, a la sazón José Viñals, se encargó de recabar y hacer llegar a la Embajada. Leí con interés las explicaciones de los portavoces del banco central. A mí no me tranquilizaron. Y puedo imaginarme que la misma sensación que tuve de que la Embajada estadounidense dispone de un poder excesivo sobre los principales organismos de este país la habrán compartido muchos ciudadanos, conscientes de la importancia de la independencia y la dignidad de las instituciones en una sociedad democrática.

La distancia entre los objetivos y los medios empleados para conseguirlos resulta por ello de una desproporción devastadora. El caso Couso sigue abierto, un desarrollo que en última instancia honra y salva al sistema judicial español. Los raquíticos intercambios comerciales y financieros de las empresas y bancos españoles afectados de poco servían para avanzar la causa de los ayatolás, ciertamente inquietante por lo demás. Pero a cambio de lograr tan escuálido resultado no se dudó en violar todos los procedimientos. Una democracia se compone de los más diversos elementos, instituciones y normativas: elecciones con regularidad, jueces independientes y prensa libre, entre muchos otros. En la base se encuentran los procedimientos. Cuando se atropellan estos últimos, se pone en riesgo todo lo anterior.

Eso es lo que, en última instancia, muestran los papeles de Wikileaks: un desprecio constante por los procedimientos incompatible no solo con el funcionamiento de las instituciones de un país sino también, o especialmente, con la mejor tradición legal y democrática de Estados Unidos. De paso, en su destrozo, daña más allá de cualquier reparación posible la imagen de tantos Gobiernos que muestran, a la luz de lo revelado hasta ahora, una necesidad de acomodo y una triste desnudez moral que resulta patética a ojos de los ciudadanos.

Es de justicia aceptar que existe una distinción fundamental entre el Gobierno elegido por los ciudadanos de un país, temporal siempre en su ejercicio del poder, y el aparato militar, burocrático o diplomático en el que aquel se sostiene, pero al que no siempre controla, o lo hace de forma superficial, que en numerosas ocasiones funciona al margen y casi siempre con un deficiente grado de rendición de responsabilidades. Esta idea antigua, formulada hace ya cien años por Theodore Roosevelt en su plataforma progresista de 1912, es lo que las revelaciones contenidas en los papeles filtrados vienen tristemente a certificar.

No digo que Obama o Clinton no deban ofrecer explicaciones. Me limito a constatar que casi todo lo que hemos conocido por los cables tuvo lugar al margen e independientemente de quién ocupaba la cúpula del poder en Washington. Que con seguridad sucedía de forma similar antes de tomar posesión la actual Administración demócrata y con probabilidad seguirá sucediendo cuando ésta haya abandonado la Casa Blanca.

» 7. Las obligaciones de los periódicos. El poder detesta la verdad revelada, escribía sir Simon Jenkins en The Guardian a propósito de Wikileaks. Yo añadiría que, sobre todo, el poder teme la verdad cuando la verdad no coincide con su discurso. Aquel viernes en que recibí la primera llamada telefónica de Assange supe de inmediato que EL PAÍS tenía entre manos una gran historia, y que nuestro deber era publicarla.

Vinieron luego las conversaciones con el resto de diarios, la evaluación de los pros y los contras, el cuidadoso sopesar de las consecuencias, los días y las noches y de nuevo los días de cavilaciones. Pero hubo algo que nunca, nadie de los que participamos en todo el proceso puso jamás en duda: lo verdaderamente responsable, lo legal y lo importante para las sociedades democráticas a las que nos dirigimos -y con cuyo impulso y progreso nos sentimos comprometidos- era dar a conocer la historia. Revelar lo oculto constituye la piedra de toque definitiva del periodismo comprometido, y nuestra raison d'être última.

Publicar informaciones confidenciales, reservadas o cuyas consecuencias políticas, económicas o sociales exceden de lo común plantea siempre un dilema, sobre todo si se trata de documentos de los que los Gobiernos puedan aducir, con razón o sin ella, que amenazan la seguridad nacional o la vida de determinadas personas. Dar a conocer esas informaciones pone a prueba algunos límites morales. Por supuesto, también tantea los contornos de determinadas normas legales. A veces puede ser irresponsable. Y siempre resulta incómodo.

Los papeles del Departamento de Estado no han sido una excepción. Y en verdad no suelen darse tantas: en mis casi cinco años como director de este periódico la situación no se ha producido en más de una decena de ocasiones. Puedo entender las objeciones oficiales a hacer públicos ciertos detalles, operaciones aún en marcha, nombres o lugares por el alto riesgo que su publicación comporta. A evitarlo los periodistas de EL PAÍS han aplicado toda su capacidad profesional, que es mucha, así como a proveer del contexto necesario una información que de por sí puede resultar prolija en exceso y difícil de seguir en todas sus consecuencias.

No comparto, naturalmente, otras objeciones. Sobre todo aquellas que persiguen mantener ocultos hechos que no ponen en riesgo más que la carrera política o la estatura moral de quien ha emitido opiniones francas, en demasiadas ocasiones contrarias a aquellas que sostiene en público, en el convencimiento de que su doble juego no corría riesgo alguno de acabar en las primeras páginas de cinco periódicos de alcance internacional.

Soy consciente de que publicar esta información pese a las objeciones de los Gobiernos supuso correr determinados riesgos. Pero también sé que nos resultaba de todo punto impensable escamotear a los lectores de EL PAÍS, a ambos lados del Atlántico, el relato detallado de lo que nuestros Gobiernos, así como el de Estados Unidos, hacen en nombre suyo, en el convencimiento de que, finalmente, la información redundará siempre en un ciudadano más comprometido con la democracia.

Es tarea de los Gobiernos, no de la prensa, mantener los secretos mientras puedan, y no seré yo quien discuta su derecho, ciertamente legítimo, a hacerlo así siempre que ello no encubra hechos dolosos o engaños a los ciudadanos.

Pero el principal de los deberes de un diario consiste en publicar aquello que haya averiguado, y en buscar las noticias allá donde las pueda conseguir. Como dije ya en un chat con los lectores de EL PAÍS, los periódicos tenemos muchas obligaciones en una sociedad democrática: la responsabilidad, la veracidad, el equilibrio y el compromiso con los ciudadanos. Entre ellas no se encuentra la de proteger a los Gobiernos, y al poder en general, de revelaciones embarazosas.

Fuente: diario EL PAIS, 19-12-2010


18 de diciembre de 2010

CONOCER LA CAMPANA DE ALBALAT


Documental sobre Casas de Miravete
Acabo de ver un documental realizado por la Asociación cultural Al-Murabit, de Casas de Miravete, con subvención del parque de Monfragüe. Realizado con gran calidad y recursos visuales, es especialmente interesante por su contenido, ya que muestra la historia, geografia, recursos naturales, turísticos etc. de Casas de Miravete. Merece la pena conocer este pueblo hermano de la Campana de Albalat y, por qué no, realizar alguna de las interesantes rutas que propone. Documentos así hacen grandes a los pueblos y a quienes los llevan a cabo, con gran profesionalidad en este caso. No os lo perdais.
Para verlo acceder a la web www.casasdemiravete.com



Documental sobre Romangordo
Aunque supongo que la gran mayoría ya lo sabe, ya que lleva más tiempo puesto, Romangordo también tiene en su web su video-documental promocional sobre el pueblo, sus atractivos turísticos y especialmente su logro más importante: el haber revertido la tendencia poblacional que atenaza a muchos pequeños pueblos de la zona.
También realizado con buena calidad y un contenido que da una idea de lo que es y en lo que se ha convertido Romangordo. No os lo perdais tampoco en http://www.romangordo.org



¿Documental sobre Higuera?
Este interrrogante indica que no hay nada parecido en Internet a lo que he reseñado más arriba de los pueblos hermanos campaneros. Bien es sabido que la promoción de nuestro pueblo no es una prioridad para nuestro insigne edil, ya que aunque hay una página web oficial en Internet sobre nuestro pueblo www.higuera.es, lo poco que llama la atención de su casi inexistente contenido es la bienvenida del Sr. Alcalde, D. Abdón González, que no tiene desperdicio a la vista de lo que dice y de lo que en la práctica significan sus palabras. Patético y casi surrealista. Leedlo si no en este enlace (www.higuera.es/Bienvenida del Alcalde).




6 de diciembre de 2010

OPINIÓN AJENA. A vueltas con la Corrupción, y con la Crisis

Dos de las principales preocupaciones de muchos españolitos de a pie, entre los que me incluyo, son la corrupción política, económica, social, ética, y la crisis también política, económica, social, ética. Pues bien los dos temas son abordados en sendos artículos tomados prestados del diario El País, el primero en clave irónica, y el segu'ndo que insiste en que las crisis profundas no se superan con los métodos de siempre. Buena oportunidad para formarse, reflexionar y sacar conclusiones propias que sirvan a cada uno para posicionarse sobre estos transcendentales temas.


La corrupción ¿bien de interés cultural?
por Rosa María Artal


España fortalece sus tradiciones. A su vanguardia, el PP libra denodada batalla para que los toros sean declarados bien de interés cultural, patrimonio protegido por la UNESCO y anticonstitucional su prohibición. En consecuencia, ampara la fiesta en algunas de las comunidades que gobierna. Y no está solo, políticos de otros partidos y sectores de la cultura lo secundan

En tales circunstancias, tal vez tenga sentido esta modesta proposición: ¿y si nos planteamos consagrar la corrupción como "bien de interés cultural"? ¿No les parece a ustedes lamentable que españoles de bien sean detenidos y hasta encausados basándose tan solo en indicios y pruebas? Piénsenlo, declarar la corrupción bien de interés cultural, también de interés turístico y hasta patrimonio nacional a proteger, no tendría sino ventajas. Se pueden esgrimir sólidos argumentos que fundamenten la propuesta.

La tradición, en primer lugar. Desde El Lazarillo de Tormes en el siglo XVI, sabemos que la corrupción es una de nuestras más arraigadas costumbres. Nobles y villanos, reyes y presidentes, han saqueado las arcas públicas y privadas durante centurias. España puede acreditar una gran tradición en esta práctica, y es sabido que nuestro país tiene un amor por sus tradiciones sin parangón. La corrupción es, pues, "un signo identitario del pueblo español".

Nacidos para la gloria. Los corruptos, como los toros de lidia y como los toreros, gozan de una vida singular, muy superior a la de sus congéneres. Reciben un trato exquisito. Y, a diferencia de los astados que mueren ensangrentados y de los diestros que pueden salir malparados, nuestros corruptos a gran escala suelen salir casi indemnes de las cogidas. Para ello existen expertos y caros abogados prestos al quite, el reglamento con sus lagunas y humana aplicación, la cuadrilla en apoyo solidario, la afición que les admira. De hecho, muchos españoles llevan un corrupto dentro, tanto o más que un torero.

Valores estéticos. La corrupción española también es una mezcla de danza, arte y virilidad. A lomos de coches de lujo y embutidos en trabillas italianas, oro y gualda perpetuos, presuntos corruptos bailan ante nuestros ojos, marcando sus soberanos genitales. Sus capoteos mediáticos nos embelesan, nos turban.

La trascendencia. Contemplar la corrupción sirve para descargar colectivamente sentimientos positivos y negativos que relajan el espíritu. Y en esa lucha, casi religiosa, entre el bien y el mal, vemos -irritados algunos, complacientes otros- el triunfo del mal y aprendemos la realidad de la vida.

Así que, una vez declarada la corrupción de interés cultural, turístico y patriótico, habría que aplicarse en su explotación económica. Convertir España en un gran parque temático y registrar la franquicia para exportarla a tantos países que nos siguen los pasos daría trabajo a incontables guías que llevarían a los turistas a contemplar los ladrillos del litoral que han edificado millonarias fortunas particulares, el cemento que embellece el interior, los campos de golf allí donde de natural no hay agua, los vertederos de basuras y escombros por doquier, un castillo con subvenciones fantasma, la noria de los eventos con comisiones dudosas, la montaña rusa del blanqueo de dinero negro o las administraciones de lotería donde se compran boletos premiados para eludir impuestos. Además de las infraestructuras necesarias -que reactivarían el sector de la construcción-, se crearía una industria del souvenir: talonarios, sobres bajo mano, material de espionaje, camisetas, jarras y llaveros con la efigie de las estrellas de la corrupción.

Apuntemos también la posibilidad de levantar escuelas y universidades de corrupción con todas sus materias específicas (cohecho, prevaricación, soborno, tráfico de influencias, fraude fiscal, oratoria demagógica). Y academias o seminarios para quienes solo desean aprender los mecanismos de la "economía sumergida", como cobrar facturas sin IVA y otras menudencias que detraen para el bien común casi el 25% de los ingresos del Estado.

Si consiguiéramos que hasta fuera protegida como patrimonio de la humanidad por la UNESCO, la corrupción española homologaría a los grandes malversadores y especuladores mundiales. Agradecidos, dejarían de atacarnos.

Así que supongo que estarán de acuerdo en que se impone subvencionar -más aún- a los artistas de nuestra corrupción, no dejar que la fiesta muera. Sin apoyos, estos bravos ejemplares desaparecerían. España sería otra: honesta, responsable, culta. Irreconocible, en una palabra.

Cierto es que casi todos los organismos internacionales han constatado la correlación entre corrupción y deterioro de la democracia, y han llamado a atajar lo que, dicen, no puede contemplarse en ningún caso como comportamientos individuales desviados, sino como putrefacción del ordenamiento social. A gran o pequeña escala, afirman esos organismos, se roba el dinero de todos. Incluso aquí hay enemigos de tradición tan acrisolada. "La corrupción es incompatible con la democracia, hiere gravemente a los propios fundamentos del sistema", afirma Carlos Jiménez Villarejo, nuestro primer fiscal anticorrupción. Pero ¿a quién le importan todas estas jeremiadas?

En Las ciudades invisibles, Ítalo Calvino habla de un "infierno de los vivos" y sus dos formas de afrontarlo. Una, "volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo"; la otra, "buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio". En esas está España: ¿parque temático u honestidad? No me discutirán que hay razones poderosas para optar por lo primero.

Fuente: diario "El País"











LOS REMEDIOS DE LA ABUELA, por Vicente Verdú

La crisis no es todo lo peor. Lo peor es la insistencia en los mismos métodos de antes para superar la crisis. Basta con observar las reuniones que celebran los miembros del G-20, del Fondo Monetario Internacional o de los bancos centrales para darse cuenta del problema. A ninguno de ellos se le ocurre otro modo de combatir la naturaleza de la crisis que reiterar las fórmulas anticrisis de los años de María Castaña.

Como consecuencia, esas recetas, compuestas ya de medicinas rancias, no hacen otra cosa que empeorar al enfermo o, en el mejor de los casos, inducirle a escupirlas.

Lo peor de la crisis no es pues la crisis, sino la obstinada ignorancia de los responsables para tratar con ella. Viejos o jóvenes, listos o tontos, quienes conforman los eximios equipos de la economía, especialmente occidental, no hacen otra cosa que aplicar medidas keynesianas o antikeynesianas -lo mismo da- que coge a Keynes y sus oponentes convertidos en polvo infértil dentro de sus ataúdes.

¿Habría superado la física o la matemática sus aporías si hubiera continuado pensando de la misma manera que hace décadas? Claro que no.

¿Cómo, pues, esperar que la situación económica supere su atasco, si los procedimientos para rescatar su circulación, que nunca será la misma, son repeticiones de las tácticas económicas del pasado? O bien los políticos, los grandes funcionarios y los ilustres economistas no saben más y, por tanto, deberían acudir a las selectas open sources del conocimiento en red o bien saben que no saben y solo pretenden mantenerse en el puesto de mando espantando cualquier idea que no coincida con el esquema de sus libros de texto y sus vetustos méritos profesionales.

En casi todos los ámbitos, y cada vez más en mayor proporción, las aportaciones de profesionales o amateurs de distintos campos, lugares, pensamientos y experiencias están creando a través de cooperaciones, interacciones e intercambios en la Red un nuevo, más complejo y ajustado conocimiento del mundo que vivimos, y así como la conjugación de diferentes puntos de vista han modificado el marketing, el coche, el entretenimiento, el consumo, la naturaleza, la moda, la física o la logística, podrían también lograr una mejor y más rica manera de entender los funcionamientos de los sistemas económicos.

¿O es que todavía hará falta algo más para aceptar que el actual sistema económico está agotado, agarrotado, gripado, y los fármacos que se le aplican son, como poco, tan viejos e inocuos como los remedios de la abuela? ¿O es que alguien cree todavía que poniendo la marcha atrás, reduciendo déficits, inyectando dinero para crear liquidez, retrocediendo en suma por la misma senda desembocaremos en el paraje próspero del que partimos?

Ni las ciencias físicas ni las ciencias sociales escapan a la segunda ley de la termodinámica y su principio de entropía. El pasado no vuelve nunca y tampoco ahora llegará indemne pedaleando al revés. Todos estos doctores que se reúnen, diagnostican el mal y aprueban un plan de curación están tan enfermos como el sistema al que se refieren. O más enfermos, puesto que mientras el sistema, por su cuenta, evoluciona y nunca detiene su metamorfosis. Los doctores se preservan apretando los dientes sobre las tesis que les hicieron ilustres y les dieron empleo.

La frugalidad, que fue pobreza, puede ser hoy una deseable forma de vida. La disminución del trabajo, sus alternativas o sus cambios, que fueran considerados temibles, pueden hoy brindar felicidad. Los móviles, por ejemplo, que cada vez ofrecen más prestaciones, podrían ser más codiciados si se les aligerara de innumerables funciones que no sirven sino para agobiar.

El modelo que sobrevendrá tras la crisis no será, en fin, una reparación del actual si no, probablemente, una hijuela en la que los genes y los virus, los cromosomas, las neuronas y las hormonas habrán evolucionado y emergerán recombinados de una manera lo bastante distinta como para que reconozcamos en su sistema no un más o un menos de lo anterior sino una inédita versión de la economía y la sociedad, de la estética y de la moral novedosamente reunidas.

Pensar y actuar, como ahora se hace, repitiendo las claves médico-económicas de hace más de medio siglo, es, en el mejor de los casos, administrar placebos al paciente. Y, en el peor de los supuestos, dada la alta caducidad de algunos fármacos, inculcar venenos al enfermo.

Fuente: Diario "El País", 27-11-2010

20 de noviembre de 2010

Colores concentrados de otoño

Quitándole de paso un poco de gravedad a este blog (tiempo habrá de volver a ella ), presento en algunas fotografías una visión del otoño local toledano, ya que por diversas circunstancias no he podido este año disfrutar del otoño de otros lugares, como hubiera sido mi gusto. Si quereis verlas en un tamaño mayor haced doble click sobre las mismas. Y si alguien quiere que añadamos a éstas algunas de otras cosechas otoñales para que puedan disfrutarlas los higuereñ@s que lo deseen, enviadlas a quepasaenhiguera@gmail.com y las incluiré aquí.
T.Melo

P.S. Añado algunas otras fotografías, esta vez de los Jardines de Aranjuez, espléndidos en toda época del año, y muy especialmente en otoño.













12 de noviembre de 2010

OPINIÓN AJENA. La pasividad y la resignación no son solo consecuencias, sino causas profundas

Como en alguna ocasión anterior incluyo en mi blog las reflexiones de un pensador francés, de gran interés en mi opinión, sobre la sempiterna crisis, no sólo económica, de la sociedad occidental en que nos movemos. Al final, el autor cree que es posible la reacción, aunque realmente no parece que destile un optimismo extremo precisamente. Para lectores inquietos por el mundo en que vivimos y viviremos.

La crisis dentro de la crisis

Si no encontramos palabras que rompan el silencio y acciones que nos saquen de la parálisis, la crisis será el destino de Occidente. La pasividad y la resignación no son solo consecuencias, sino causas profundas

ALAIN TOURAINE 26/09/2010

No somos economistas, pero intentamos comprender. Vemos una sucesión de crisis -financiera, presupuestaria, económica, política...-, definidas todas ellas por la incapacidad de los Gobiernos para proponer otras medidas que no sean esas denominadas "de austeridad". Hay, finalmente, una crisis cultural: la incapacidad para definir un nuevo modelo de desarrollo y crecimiento. Cuando sumamos todas estas crisis, que duran ya cuatro años, nos vemos obligados a preguntarnos: ¿existen soluciones o vamos ineluctablemente hacia el precipicio, sobre todo respecto a países como China o Brasil?

El capitalismo es incapaz de autorregularse y el movimiento obrero está muy debilitado.

Existen ideas y existen fuerzas. Ahí están la ecología, el feminismo y el respeto a las minorías

Ni los economistas ni los Gobiernos a los que aconsejan han logrado otra cosa que ralentizar la caída. Consideremos, pues, tres crisis: la financiera, la política y la cultural.

2009. La financiera es la que mejor conocemos en su desarrollo, incluida su preparación, a partir de los años noventa, mediante crisis sectoriales o regionales y "burbujas" como la de Internet, o, más tarde, escándalos como el de Enron. Todo esto, junto con el caso Madoff y, sobre todo, el hundimiento del sistema bancario en Londres y Nueva York, en 2008, nos colocó al borde de una situación excepcionalmente grave. Entonces descubrimos la existencia de un segundo sistema financiero que obtiene beneficios de miles de millones de dólares para los directivos de los hedge funds y también para los grandes bancos y sus traders más hábiles. Este segundo sistema financiero no tiene ninguna función económica y solo sirve para permitir que el dinero produzca más dinero. ¿Por qué no hablar aquí de especulación?

Estupor. Después de tantos años de fe en el progreso, de resultados económicos muy positivos y de una multiplicidad sin precedentes de nuevas tecnologías, la economía occidental revela una búsqueda del beneficio a toda costa, una pulsión de latrocinio y corrupción. Gracias al presidente Obama y a los grandes países europeos, se evitó la catástrofe. Pero, desde entonces, la situación no se ha enderezado. Ha sido en Reino Unido donde la catástrofe ha tenido los efectos más destructivos; por eso es también en ese país donde el nuevo Gobierno puede imponer a unos bancos de facto nacionalizados las medidas de control más fuertes.

La izquierda ha perdido el poder en Reino Unido y ha pasado a ser minoritaria en una España abrumada por las consecuencias de la crisis. España había decidido apostar su futuro económico a las cartas del turismo y la construcción, y ha sufrido un choque violento. Su tasa de paro subió hasta el 20% y los españoles le han retirado su confianza a Zapatero, aunque su rechazo hacia el PP de Rajoy es aún más fuerte. Es el ejemplo extremo de una crisis que, como en los demás lugares, no genera propuestas económicas ni sociales nuevas.

Tras la catástrofe de 1929, los estadounidenses llevaron al poder a Franklin D. Roosevelt, que lanzó su new deal. En 1936, Francia recuperó su retraso social con las leyes del Frente Popular. Hoy, silencio, vacío, nada. Los países occidentales no parecen capaces de intervenir sobre su economía. Los economistas responden a menudo que estas críticas no llevan a ningún lado y que las Casandras no hacen sino agravar las cosas. Es falso: Casandra tiene razón, nadie propone una solución.

2010. Las crisis se amplían y se hacen más profundas. En Europa, de forma más visible, pero también en Estados Unidos. El hundimiento de Grecia, evitado en el último momento y después de perder mucho tiempo, ha revelado que la mayoría de los países europeos, incluidos algunos del Este, como Hungría, estaban en plena caída. Su déficit presupuestario resta cualquier realidad al pacto que quería limitarlo al 3% del presupuesto del Estado. La deuda pública se dispara y sabemos que la situación actual implica una reducción del nivel de vida de las próximas generaciones. Ya ni siquiera se habla de "política de recuperación", sino de "rigor" y "austeridad", lo que conduce a muchos Gobiernos a reducir los gastos sociales. Esto se puede ver en Francia, cuyo Gobierno quiere una reforma de las pensiones. El retroceso del trabajo con respecto al capital en el reparto del producto nacional aumenta y acrecienta las desigualdades sociales.

De nuevo, se trata de una crisis política. La ausencia de movilización popular, de grandes debates, incluso de conciencia de lo que está en juego, todo ello revela una impotencia cuya única ventaja es que nos mantiene alejados de efectos, como la llegada de Hitler al poder, de la crisis de 1929. Pero este vacío aparece cada vez más como la causa profunda de la crisis que como su consecuencia. Ante la implosión del capitalismo financiero, los países occidentales son incapaces de enderezar, e incluso de analizar, la situación. Las poblaciones sufren, pero lo que ocurre en la economía permanece al margen de su experiencia vital. La globalización de la economía ha roto los lazos entre economía y sociedades, y las políticas nacionales han perdido casi cualquier sentido. Hasta los movimientos de opinión más originales, como Move on y Viola, se sitúan en un plano más moral que económico y social. La nave de los locos occidentales se hunde en las crisis mundiales, pero la extrema derecha de los tea parties estadounidenses solo quiere la piel de Obama, acusado de ser musulmán, mientras que la extrema izquierda italiana quiere antes que nada la piel de Berlusconi, que merece ciertamente una condena que la oposición de izquierda no es capaz de obtener proponiendo otro programa.

¿Y qué viene después de 2010? Seguimos subestimando la gravedad y el sentido del silencio general. Hay que cambiar de escala temporal para comprender unos fenómenos cuyo aspecto más extraordinario es que nadie parece ser consciente de ellos.

Hay que interrogarse sobre Occidente. Desde mediados de la Edad Media, Occidente creó un modelo diferente a todos los demás, y lo hizo concentrando todos los recursos, conocimientos, poder, dinero e incluso apoyo de la religión en manos de una élite triunfante. Así creó monarquías absolutas poderosas y, luego, el gran capitalismo. Pero al precio de la explotación de todas las categorías de la población, desde los súbditos del rey hasta los asalariados de las empresas, y desde los colonizados hasta las mujeres. Este modelo occidental se basó también en las luchas entre Estados, que terminaron transformándose en guerras mundiales y totalitarismos que ensangrentaron Europa. En el plano social, la evolución fue inversa. Poco a poco, los que estaban dominados se fueron liberando a fuerza de revoluciones políticas y movimientos sociales. Y los países de Occidente conocieron algunas décadas de mejoría de la vida material, de grandes reformas sociales y de una extraordinaria abundancia de ideas y obras de arte. Pero fue un verano corto y Europa se encontró sin proyectos, sin capacidad de movilización y, sobre todo, incapaz de elaborar un nuevo modo de modernización opuesto al que dio forma a su poder, y que no puede reposar sino en la reconstrucción y la reunificación de sociedades polarizadas durante tanto tiempo.

El gran capitalismo acaba de mostrar de nuevo su incapacidad de autorregularse, y el movimiento obrero está muy debilitado. Ya no hay pensamiento en las derechas en el poder. La única gran tendencia de la derecha es la xenofobia; la única gran tendencia de la izquierda es la búsqueda de una vida de consumo sin contratiempos.

No nos dejemos arrastrar a una renuncia general a la acción. Existen fuerzas capaces de enderezar la situación. En el plano económico, la ecología política denuncia nuestra tendencia al suicidio colectivo y nos propone el retorno a los grandes equilibrios entre la naturaleza y la cultura. En el plano social y cultural, el mundo feminista se opone a las contradicciones mortales de un mundo que sigue dominado por los hombres. En el terreno político, la idea novedosa es, más allá del gobierno de la mayoría, la del respeto de las minorías.

Ni nos faltan ideas ni somos incapaces de aplicarlas. Pero estamos atrapados en la trampa de las crisis. ¿Cómo hablar de futuro cuando el suelo se abre a nuestros pies?

Pero nuestra impotencia económica, política y cultural no es consecuencia de la crisis, es su causa general. Y si no tomamos conciencia de esta realidad y si no encontramos las palabras que rompan el silencio, la crisis se profundizará aún más y Occidente perderá sus ventajas. Entonces será demasiado tarde para intentar atenuar una crisis que ya se habrá convertido en destino.

Alain Touraine es sociólogo. Traducción de José Luis Sánchez-Silva.

Diario EL PAIS. 26-9-2010

28 de octubre de 2010

ELECCIONES MUNICIPALES 2011.Capítulo I:

Una situación, unos empadronamientos, ¿una alternativa?

En el prólogo de este “libro digital” que pretendo ir construyendo poco a poco (me hubiera gustado no ser el único autor, pero parece que no se anima nadie más a firmarlo conmigo), titulado “INTERROGANTES EN EL AIRE” –ver más abajo en este mismo blog- planteaba que ante las elecciones municipales de mayo de 2011 cabían tres posibilidades: Ayuntamiento independiente –como hasta ahora-, Asamblea de vecinos presidida por un Alcalde, sin concejales, e integración en un Ayuntamiento de un pueblo vecino.

Eran interrogantes a las que tal vez algunos higuereños e higuereñas hayan considerado de interés dedicarle un tiempo de reflexión durante el pasado verano (¡ojala porque lo que menos me gusta en este mundo es pensar que lo que hago – en este caso lo que escribo- no sea de utilidad para nada ni para nadie!); no lo se. En cualquier caso yo si voy a seguir reflexionando sobre ello.


¿100 personas empadronadas en Higuera?


Nuestro Ayuntamiento insiste últimamente en decir (Ver el programa Soy Vecino-La Campana de Albalat) que Higuera tiene 100 vecinos, número redondo, lo cual como todos sabemos no es cierto, apenas pasan de 60 los que viven habitualmente allí, y por tanto son vecinos; y no lo son los que, como yo por ejemplo, estamos empadronados pero no vivimos en Higuera. La primera cuestión pues, frente a unas elecciones locales de cinco concejales, es suponer que o bien hay al menos 100 personas empadronadas o bien es posible alcanzar esa cifra cuando la Junta Electoral, o quien sea, procese los datos.

Si no hubiera 100 empadronados en ese momento, Higuera no podría optar a tener Alcalde y 4 concejales, tendría que darse una de las otras dos fórmulas mencionadas. ¿Cómo saber ese dato? Debería ser muy sencillo: que el Ayuntamiento lo hiciera público, ya que información pública es. ¿Lo hará? Yo personalmente creo que no, pues nunca lo ha hecho y además ha utilizado esa información en beneficio –electoral- propio, sugiriendo empadronamientos en el momento propicio para esa candidatura, incluso a personas que prácticamente nadie conoce, sin casa en Higuera, pero que le aseguraban los votos que el actual Alcalde necesitaba para sacar mayoría en su candidatura. Maniobras orquestales en la oscuridad, como nos tiene acostumbrados ya estos últimos años. Además utiliza habitualmente el temor y los pequeños favores para tener, innoblemente, cautivo el voto de muchos mayores, que son mayoría; pero esa es otra historia de la que habrá tiempo de hablar.


Empadronarse o no empadronarse, esa es la cuestión


¿Qué hacer? En mi opinión si hubiera alguna candidatura alternativa –que parece que pudiera haber- esta debería llamar, a los higuereños que quieran un cambio a aires municipales más sanos, a empadronarse –queda ya poco tiempo para poder hacerlo y tener derecho a votar en Higuera -para asegurarse una participación más amplia y, previsiblemente, más votos; aunque esa candidatura debería hacerlo, opino, de manera abierta, sin tapujos, y explicando que el estar empadronado no compromete a nada sustancial – entre otras cosas porque cualquiera puede desempadronarse con la misma facilidad o más- y permite una participación más democrática de todos. Porque lo que sí está claro es que el actual Alcalde, si se presenta de nuevo – esta vez no ha dicho que no lo fuera a hacer, aunque ya sabemos lo que valen ciertas palabras- va a seguir utilizando esas artes –malas- que ha utilizado hasta ahora en las elecciones (no creo que sea capaz de hacerlo de otra manera, se le debe haber olvidado después de tantos años sin ejercitar otras más respetuosas).


¿Candidatura, candidaturas, no candidatura?


Si seguimos suponiendo que existirán al menos 100 empadronados cuando se elaboren las listas electorales, puede que suceda una de estas cosas: que no haya ninguna candidatura, lo cual yo ahora mismo no se que pasaría (ya lo miraré); que haya una sola candidatura, con lo cual ganaría; que haya más de una (sin contar a alguna foránea de personas desconocidas que los partidos meten por interés), en cuyo caso habría reparto de votos, saliendo elegidos concejales los cinco que más votos individuales obtuvieran (cada elector puede votar a un máximo de 4 candidatos de entre todos los presentados); la candidatura que obtenga la mitad más uno de concejales nombrará – si no hay cambio de bando, que también sucede a veces- al Alcalde; si nadie tiene mayoría, son los acuerdos y alianzas – a veces son sólo chanchullos- los que por mayoría deciden quien va a ser el Alcalde de entre los elegidos (no necesariamente el que más votos saque).


¿Qué pasará en Higuera en mayo de 2011? Habrá que esperar y ver; bueno, esperar no, sobre todo si sale adelante alguna candidatura alternativa a la del actual Alcalde ya que, en mi opinión siempre, si quiere ganar, pero sobre todo ganarse el respeto y apoyo de todos los que están descontentos con la gestión actual, que son muchos, debería salir a la luz cuanto antes, hacer participar en el proyecto a todos los que quieren cambios sustanciales en la forma de gestionar nuestro pueblo, establecer un programa electoral realista y realizable, con unos objetivos claros; en una palabra, que haga ilusionarse a un pueblo que, digámoslo también, no es fácil de ilusionar, y que piense tanto en el bienestar presente de los que viven allí, de los que vamos de vez en cuando, y por supuesto que piense en el bienestar futuro, que pasa necesariamente por enfrentar con decisión ese sombrío futuro que como pueblo en vías de despoblación rápida tenemos por delante. Si esto no se hace con transparencia e implicación se habría cambiado el collar pero el perro seguiría siendo el mismo.


¿Habrá alguna candidatura que quiera por fin cambiar el chip? El tiempo lo dirá; yo espero que sí, y espero asimismo que no sea la candidatura alternativa de siempre, que no ha sido alternativa ni ha supuesto ninguna ventaja para casi nadie, ya que nunca hemos sabido lo que se cocía en el Ayuntamiento, ni por unos ni por otro. Dicho esto, sigo pensando (ya lo he dicho más veces antes en otros foros) que nuestro pueblo, por su estado despoblacional, no puede permitirse el lujo de excluir a nadie, y no estaría mal –aunque eso requiere unas dosis de generosidad que seguramente no hay- que pudiera salir una candidatura global de consenso de todos, con todos los higuereños empujando en la misma dirección, de futuro. Pero, después de experiencias propias pasadas, creo que no va a ser posible.


Todo lo anterior no son más que opiniones personales, no es mi intención dar lecciones a nadie; sí lo es el de hablar, y escribir, con libertad sobre mi –nuestro pueblo, porque me preocupa su futuro, y el futuro siempre es mañana, está pues ahí cada día. Por cierto, tal y como he dejado escrito ya un par de veces, no me voy a presentar a las próximas elecciones municipales de Higuera (por si alguien tenia alguna duda aún).


(CONTINUARÁ en el capítulo II)


T.Melo