10 de marzo de 2013

VIVIR o SOBREVIVIR en Higuera: iniciativas laborales pueden ser hoy posibles


Empiezo a escribir este texto tras reflexionar en cómo la convocatoria de  Ayudas  a emprendedores de la Unión Europea, canalizada a través de la Junta de Extremadura y a su vez a través de los Grupos de Acción Local para el Desarrollo Rural como ARJABOR, podría ayudar especialmente a nuestros jóvenes higuereños, tanto los pocos que viven habitualmente allí como los hijos y amigos de higuereños que acuden en fines de semana, puentes y Fiestas, y que  incluso se empadronan en el pueblo con la lógica intención de tener alguna oportunidad de trabajo que ven muy difícil en las ciudades donde viven habitualmente.

En pueblos como el nuestro, castigados por la falta de actividad económica, con una población escasa y envejecida y sin expectativas de crecimiento –más bien lo contrario-, con unos ingresos municipales que son cada vez más escasos igualmente, con el grifo de las ayudas provinciales y autonómicas casi cerrado por la persistente crisis y que a duras penas son suficientes para cubrir las necesidades cotidianas de quienes viven en él, esas oportunidades son prácticamente inexistentes, y las pocas que aparecen no pueden llegar a todos y además son temporales y son por la tanto, como se suele decir “pan para hoy y hambre para mañana”. Las “paradas” de la Central Nuclear, aunque suponen unos ingresos interesantes durante apenas un mes –para los pocos que consiguen, y cada vez es más complicado,  “meter la cabeza”- siguen sin ser una solución para nadie, más allá de aliviar temporalmente situaciones familiares difíciles.

Por otro lado parece que la crisis económica –y social- en la que estamos a nivel nacional metidos va para largo, y por mucho que continuamente vayamos leyendo y oyendo a la clase política decir que el año próximo se empezarán a ver los dichosos “brotes verdes” – cosa , por cierto, que dicen cada año con relación al siguiente – la pinta que tiene esto (deuda del Estado, falta de crédito a emprendedores, empresas en dificultades, despidos, 5-6 millones de parados, situación angustiosa de cada vez más familias, etc., etc.) es de que a la sociedad española le espera una travesía del desierto dura y larga, muy larga. Efectivamente, ¿quién se cree que la destrucción de empresas, los 5-6 millones de  parados, el empobrecimiento generalizado de la que en su día fue amplia clase media, se va a resolver en un tiempo razonable? Casi nadie, excepto quizás una buena parte de esa propia clase política dirigente a quien conviene, sobre todo electoralmente, hacer creer que vamos a recuperar el nivel que una serie de circunstancias excepcionales (ayudas “a mansalva” de la unión Europea, ingresos por venta de empresas estatales, un mucho de ansía colectiva consumista, etc.) posibilitaron ese “espejismo” o gigante con pies de barro de la década 1995-2005 que finalmente se nos ha caído encima, y cuyos escombros  han sepultado a muchos, a otros les ha dejado malheridos, y a la mayoría con escasas ilusiones.

Ante este panorama que breve y algo simplistamente pinto tan sombrío – a lo mejor son sólo imaginaciones mías, aunque creo que no- ¿QUÉ HACER? Respuesta compleja y difícil  que yo al menos no tengo, y mucho menos aplicada a la situación general del país. Pero lo que sí quiero es abrir algunas vías concretas aplicables por jóvenes y menos jóvenes, relacionadas con la convocatoria de ayudas a la creación y mejora de empresas en el mundo rural, que recientemente han sido anunciadas por ARJABOR (Grupo de acción para el desarrollo local, del que son socios el Ayuntamiento de Higuera y la AHA), que se pueden consultar en la página principal de la web del Ayuntamiento (www.higueradealbalat.es), y que dotadas con 3 millones de euros, son una de las pocas oportunidades actuales de acceso a la creación de empresas, o a la mejora y ampliación de las ya existentes, que tienen los posibles emprendedores de nuestra comarca, el Campo Arañuelo, y por tanto de nuestro pueblo.

Dicha convocatoria, que termina el 26 de abril,  pide una serie de requisitos que son numerosos y aparentemente complicados para cualquiera que los lea; sin embargo lo importante es tener la idea de empresa y la decisión de llevarla adelante; el Ayuntamiento, en la medida de sus posibilidades, puede echar una mano a quienes decidan informarse, pero sobre todo la propia ARJABOR (con sede en Navalmoral) es quien puede resolver dudas y ayudar a perfilar la idea de negocio y su posible viabilidad. Es verdad que esta organización puede ser lenta y verse desbordada, pero creo que es una ocasión única de conseguir una financiación (en esta ocasión ¡hasta dos terceras partes de la inversión total!) para intentar, mediante el trabajo autónomo o con una microempresa, tener unas posibilidades de futuro, que de otra manera, se presentan bastante negras en general.

Es muy triste y a mí al menos me rebela pensar en que por falta de iniciativas de este tipo – y la evidente mala gestión de quienes deben hacerlo- en Extremadura se tengan que devolver a la Unión Europea más de 70 millones de euros (el 40% del total concedido) porque antes no ha habido proyectos de negocio de emprendedores extremeños.

En nuestro pueblo en concreto personalmente creo que como ha hecho algún joven como Héctor con la albañilería, hay posibilidades para vivir de una casa-actividades de turismo rural, de negocios relacionados con el mantenimiento (fontanero, cerrajero, ebanista …); estoy convencido de que la Corporación municipal estaría dispuesta a facilitar gratuitamente terrenos –que no faltan- donde estos negocios pudieran instalarse. El ya existente de la miel también puede beneficiarse de estas ayudas para la mejora en las instalaciones, explotación, etc.  El emprendimiento personal y el trabajo autónomo con ayudas de organismos como Arjabor pueden ser tal vez, aunque tampoco sea fácil, una de las pocas salidas actuales que les permita – y nadie puede hacerlo por ellos -  alcanzar un futuro laboral con que VIVIR, y no sólo SOBREVIVIR.

T. Melo. 9-3-2013

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23 de enero de 2013

Un paseo invernal el día de San Sebastián



El sonido del tamborilero de San Sebastián me levanta de la cama (¡ya era hora, tras 10 inhabituales horas de estancia en ella, después que el sopor  que produce la estufa de leña a su lado me hubiera agarrotado la noche anterior músculos y voluntad para acudir al habitual baile del sábado!), y tras hacerle unas fotos a la escasa comitiva que en ese momento le acompañaba, me dispongo el desayuno y me abrigo con la intención de disfrutar de un día de invierno persiguiendo el agua en las gargantas, regatos y regatillos que fluyen en los alrededores de Higuera.

A punto ya de entrar en el coche vuelve a sonar el tamborilero y la concurrida y colorista  procesión de San Sebastián me sorprende con un pie casi dentro, quedándome un poco en suspenso. Hago algunas fotos de la procesión y subo al coche para dirigirme hacia el camino de la Parrilla; antes y durante, voy haciendo algunas fotografías a elementos típicamente invernales (naranjos de Félix, repollos o berzas –no sé muy bien- de Lucas, solitarias “mielrras”…), iglesia y pueblo desde el alto de La Pasaera, viejos alcornoques caídos, caballos rebozados de agua, ovejas de Marino que vienen hacia mí pensando tal vez que es la hora de volver al corral, casa e higuera con sus desnudas ramas en la huerta de Fabián…; se ve un alcornoque semi podrido apartado del camino, que debió caerse con la ventolera del día anterior, y el regato del agua de la Parrilla que se ha desviado de su curso habitual y cruza indisciplinadamente por donde le ha venido en gana (¡ afortunado él a quien nadie le va a pedir cuentas por tomarse esa libertad!).

Doy la vuelta, y enfilo el camino de la Mina, maravillado por la contemplación de la hierba mojada, los charcos, charcas y regatos que corretean un poco por todas partes. La bajada hacia la Mina, como camino recorrido en multitud de ocasiones, se hace corta, dejando a los lados encinas y jaras que jalonan el camino. Llego al puente de la Mina y a primera vista me sorprende el caudal de agua de la Garganta de los Nogales, más aún con el contraste, aún en mi memoria, de su inexistencia no hace muchos meses ¡uno cree casi estar por momentos en esos ríos de aguas caudalosas de los Pirineos donde se desciende en verano haciendo “rafting”! La visión de las múltiples maneras de escurrirse el agua y el bullicioso ruido que produce estimula los sentidos, puesto que, como es habitual en invierno en estos parajes, la vida se ha ralentizado y apenas otros sonidos diferentes a estos se escuchan en derredor.

El camino que por la margen izquierda de la garganta conduce a la Mina aparece jalonado de regatillos que finalmente se unen con gracia al caudal de la garganta. Musgo, ciborranchas, hierba de un verde intenso y limpio, encinas y árboles de ribera provocan una sensación placentera de recogimiento y unión con el natural entorno. Más abajo, la boca, pozos, lavadero y los semi derrumbados edificios de la  Mina, ahora sí acompañados del runrún del agua que pasa cercana, seguramente se sentirán menos solos en estos solitarios parajes invernales; el  apenas perceptible desde aquí sonido del agua cayendo en la chorrera cercana pone una nota de melancolía monótona al conjunto.

Unas intermitentes gotas de lluvia hacen aún más placentero el momento, que se acentúa cuando aparece la plana de agua de la antigua presilla deslizándose con suavidad hasta precipitarse en la Chorrera de la Mina, que se muestra poco después de manera espectacular, motivada por las abundantes lluvias caídas el día anterior. A su lado, un regatillo saltarín le regala graciosamente de golpe su pequeño tesoro líquido recogido seguramente  en unos pocos centenares de metros de su discurrir. Los árboles de ribera del cauce - ¿fresnos, alisos?- desnudos de sus hojas permiten contemplar con delectación la caída rumbosa de la Chorrera, de una inusitada fuerza en este día; en su parte derecha, la plasticidad visual de los saltos que el agua va dando al chocar contra las piedras inducen un cuasi ensimismamiento que se une al – exagerando un poco- estruendo que provoca la caída desde un par de metros a la poza, donde la espuma que se forma remolinea en la superficie; más abajo el agua se desliza  por encima de las piedras, haciendo de trecho en trecho pequeños torbellinos que grácilmente sortea un segundo después.

Tras las fotografías de rigor, la vuelta – liberado ya de la cuasi “obligación” de archivar cada elemento llamativo- se hace deprisa porque media hora después la Paella hará acallar seguramente a ese gusanillo que empieza de manera incipiente a deslizarse por el estómago.

T.Melo, 20-1-2013