25 de abril de 2009

La lluvia amarilla cae sobre el pueblo abandonado de Ainielle

Ayer tuve la ocasión de ver en Illescas la versión teatral de la novela “La lluvia amarilla”, de Julio Llamazares, espléndidamente interpretada por un actor que yo no conocía, Chema de Miguel Bilbao. La obra narraba, en un monólogo, los recuerdos y emociones de Andrés, el último habitante de un pueblo del Pirineo oscense, Ainielle, el mismo día en que, enfermo y sin ánimos para vivir, barrunta su propia muerte.

En el escenario el personaje va haciendo su último aseo personal y cambiando su ropa raída por un traje listo para el “hoyo” (hoyo que él mismo ha cavado con sus últimas fuerzas), mientras, en el fuego, cuecen unas patatas con carne y cebolla (impregnando con su olor la sala, dándole un efecto sorprendentemente realista) que servirán para que puedan comer algo en su velatorio los pocos habitantes de un pueblo próximo que, sabiendo como se encuentra, se acercarán a su casa cuando vean que de la chimenea ya no sale humo.

Andrés describe con amargura y desesperación el lento pero inexorable deterioro del pueblo y el suyo propio a medida que ha ido quedándose sólo, con la única compañía de su perra, a la que mata ese mismo día para ahorrarle el sufrimiento de permanecer junto a su tumba hasta dejarse morir. Recuerda como empezaron a irse los primeros, buscando una oportunidad que les permitiera poder sobrevivir; como van cerrándose las casas una por una, cayéndose las paredes, apoderándose del pueblo la herrumbre, la carcoma, las zarzas y los hierbajos; como, ya solos él, su mujer y su perra, los estragos de la soledad van apoderándose de ella hasta que termina quitándose la vida; como los largos inviernos al lado de la lumbre, aislado por la lluvia, la nieve y la ausencia de comunicación – ya no vienen a visitar el pueblo, ni a él, los vecinos de los pueblos próximos- han minado su salud y su alma, instalándose en ella la desesperanza, las alucinaciones y el deseo de morir. Andrés imagina como, después de su muerte inminente, esos vecinos del entorno vendrán finalmente a llevarse – algo que no se han atrevido a hacer mientras él vivía- aperos, enseres y todo aquello que crean de utilidad, dejando el pueblo para siempre sólo con sus fantasmas.

En la última escena el foco se dirige hacia un camastro encima del cual se encuentra el cuerpo inmóvil, trajeado, de Andrés, el que fuera último habitante de Ainielle.

T. Melo

Imágenes (Internet)


Enlaces de Información sobre Ainielle y La lluvia amarilla

http://www.solodelibros.es/19/05/2006/la-lluvia-amarilla-julio-llamazares/

http://www.heraldo.es/index.php/mod.noticias/mem.detalle/idnoticia.26313/relcategoria.308

http://www.altogallego.com/ainielle.htm

http://josemarco.blogia.com/2007/051001-ainielle-en-la-memoria.php

http://www.mispueblos.es/aragon/huesca/ainielle/fotos/

http://es.wikipedia.org/wiki/Ainielle

http://www.casadellibro.com/libro-ainielle-la-memoria-amarilla/2900000957489

http://www.aragonesasi.com/huesca/biescas/ainielle.php

http://www.tinet.org/~avc/ainielle.html

http://www.serrablo.org/boletin/s106/s106-9.html

http://zaragozame.com/tag/ainielle/

http://www.deciencias.net/senderismo/paginas/03ainielle.htm


1 comentario:

Anónimo dijo...

He leído la reseña que hace T. Melo a la función teatral de "La lluvia amarilla cae sobre Ainielle", basada en una novela del conocido novelista Julio Llamazares.

Leo que en ella se cuenta cómo se va desmoronado la vida del último habitante de un pueblo del Pirineo de Huesca, pueblo abandonado por todos sus habitantes "en busca de un futuro mejor",frase tópica que se dice en estos casos.

Hace tiempo leí en una biblioteca solo algunas páginas, por las prisas, de esta novela. Pero, por lo que recuerdo, las reseñas que los críticos hicieron en su día (cuando se editó la novela), no solo comentaban la poesía honda y cruda que impregnan sus páginas y el lado humano de una vida que se apaga, sino que también criticaban a los habitantes de tantos pueblos en España que, como el de Huesca, no hicieron nada por arraigarse en su pueblo, nada por salvarle con decisiones personales o forzando iniciativas de las autoridades locales o comarcales.

El autor trata un problema de despoblación y abandono que, según mis noticias, está afectando gravemente y de modo parecido a Higuera. Por eso merece la pena que los higuereños lean esta novela o vean su versión teatral. Les vendría bien anímicamente para enfrentarse a una despoblación segura de su pueblo.
Jesús Camacho Pérez